miércoles, 17 de febrero de 2010

Por Fin Entiendo

Creo que por fin me entendí después de tantos años. Este es un momento importante en la vida de todo hombre. Por siglos se ha escrito sobre aventureros que se embarcan en jornadas interminables para encontrarse a sí mismos y vuelven para luchar contra sus enemigos (o lo que se le parezca, podría incluso ser una hamburguesa gigante, digo, si ese es su enemigo pues muy su problema ¿no?)

La cuestión aquí es que siempre se habla de ello pero nunca se descubren a sí mismos, sólo se les acaba el tiempo de la película y tienen que volver para darle un final decente, a menos nque sea una trilogía. Yo me encuentro ahora en terreno desconocido, ¿ahora que me he comprendido qué? ¿Celebro? ¿Doy una gran cena y lo anuncio? ¿Hablo al periódico?

Hace unos minutos hablaba con una celebre ex-novia, de las que más me han hecho feliz en la vida. Y es que es casi imposible encontrar a una mujer con la cual se pueda jugar videojuegos en pareja. Cuando digo en pareja me refiero a enfrentarse en una contienda interminable llena de abucheos, distracciones, apuestas, retos, frases de victoria, burlas y empujones. Y todo eso fuera de la pantalla.

Le contaba que estaba de excursión buscando un juego que no había llegado. Cuando me preguntó cuál, le dije que uno de rol, de esos que no le gustan. "Me imaginé, siempre has sido raro". Y es en ese momento en que se hizo la luz y música de autodescubrimiento se escuchó en el fondo. Después descubrí que era una camioneta con luces altas y música a todo volumen pero bueno.

Por fin me dí cuenta que he sido raro. Que quizá por eso me dediqué a la abogacía y al karate. Todas las cosas que supuestamente no soy. De niño siempre tuve buenas calificaciones, excelentes diría mi madre. Con los años me volví cínico y práctico: supe todo lo que era necesario saber, aun ahora entiendo las cosas demasiado rápido pero... sólo estudiaba para exentar los exámenes finales, nada más. No, no es que no aspirara a la excelencia, es sólo que le daba más importancia a otras cosas. Me bastaba con cumplir.

En algún momento aspiré a ser algo que no era, aspiré a ser confiado de mi mismo, invencible, fuerte, decidido. Por eso empecé a estudiar Karate Do. Simbolizaba mucho de lo que quería y ciertamente me ayudó en demasía. Esa actidud de "me he enfrentado a cosas peores" siempre ha ayudado. El competir frente a cientos de personas, todas con su mirada enfocada en tí es aterradora al principio pero empiezas a amar estar en escena, ser el protagonista de todo o, cuando menos, te acostumbras.

Después llegué a la Facultad de Derecho. Nadie creía que fuera a ser abogado, era como arrojar un gatito en medio de los leones. Mi carácter siempre fue compasivo.

Ahora, años después, es que entiendo. Siempre he sido lo que no soy y me he convertido en ello. Ya es parte de mí pero eso explica porqué, aunque amo ambas cosas, siempre me he sentido cansado después de estar en un juzgado, a veces la presión me agobia a morir aunque lo adore. En los torneos era igual. Cual plastilina me dí forma en lo que soñé.

Se que no nací para ser otra cosa pero sé también que no soy lo que debía ser. ¿Tiene sentido?

No hay comentarios:

Publicar un comentario