lunes, 8 de febrero de 2010

Los Maravillosos Años Ochenta

No me tocó vivir los ochenta directamente pero vaya que los adoro. La inocencia, ingenuidad e ilusión únicos de esa época me cautivaron y me hacen añorarlos como si realmente hubiera vivido en ese tiempo y quisiera regresar. Es por eso que aquí les presentó una lista de cosas que aprendí de ellos. Uno podría jurar que, de hecho, me han preparado mejor para la vida que la educación primaria mexicana.

1.- Los malos nunca te alcanzan.
¿No adoran la ingenuidad de aquellos tiempos? Recuerdo la película “Me enamoré de un maniquí”. En estos tiempos nos referimos a los malos de las películas como narcotraficantes, asesinos en serie, ladrones de joyas… En esa época simplemente se llamaban malos. Ahora normalmente poseen motivos económicos y ansias de poder, antes eran malos porque sí. Como cuando de niño decías: cuando sea grande voy a ser bombero y astronauta y torero… y… y... malo también, y sí, mami, todo al mismo tiempo.

Pero bueno, nos estamos desviando. En esta película existía el fenómeno que personalmente llamo “Persecución de los ochenta” (Marca Registrada, no aceptes imitaciones, come frutas y verduras, recuérdame). Cerca del clímax de toda película ochentera seremos testigos de una persecución en donde los malos tienen pistolas en sus manos pero... nunca se acuerdan para qué sirven, eso sí, el tenerlas en las manos los hace verse bien malotes. ¿Y a qué se dedican estos malos bien malotes? Nada, solo corren atrás de los protagonistas. Esto nos lleva a la “Regla de la Persecución Ochentera”. Según ésta, los malos siempre, SIEMPRE se tropezarán y caerán cuando los protagonistas les arrojen los objetos más inverosímiles, desde periódicos, pasando por escobas hasta llegar a pequeñas piedras que incluso las hormiguitas cercanas pueden esquivar. Como complemento, los malos que le siguen siempre, SIEMPRE se tropezarán con el primer malo que se encuentra tirado en el suelo.

Esto tiene una excepción, claro: Si se trata de una película de terror, no importa cuánto corran los protagonistas, el asesino/fantasma/muñequito de peluche con cara de malo siempre los alcanzará CAMINANDO.

2.- El propósito maligno siempre es inferior a lo que pasa por la mente de un niño de 12 años.
Todavía recuerdo cuando me fui de espaldas cuando vi la película Lambada, Baile Prohibido. No, no es el nombre de una película porno, lo juro. Aunque debería de existir... En fin, no podía creer que el malo en cuestión secuestró y tenía cautiva a la protagonista por uno de los motivos más siniestros que se le ha podido ocurrir a un malo en toda la historia del cine ochentero: quería que ella le baile la tan misteriosa “Lambada”…. Sí, y lo pedía con cara de serio, carcajada de malo incluida y toda la cosa. Y no podía soportar el trauma masivo cuando veía como la SACRIFICADA protagonista le bailaba cachondísimo y todo porque el malo la “obligaba”. Total, ya debería saber que en los ochenta nadie usaba las pistolas que tenían…

3.- Las protagonistas son inocentes.
La protagonista de Lambada era una princesa de una tribu de Brasil, bailaba cachondísimo a la más mínima petición y era ingenua… ahhh quien pudiera viajar en el tiempo y aprovecharse de semejante cosa. Ah no, perdón, prosigamos. Esta princesita viajó a los Estados Unidos para ver si lograba que alguien se compadeciera y dejara de talar los árboles de Brasil… este… y más… y un poco más de… Lo siento, la situación lo ameritaba.

4.- El amor verdadero es real.
Esta parte me encanta. Realmente podías soñar que el amor existía en su forma más pura y tierna. La protagonista de “Me enamoré de un maniquí” o sea, el maniquí, simplemente quería estar con la primera persona que la cuidó y se preocupó por ella. Al final se quedó con quien más añoraba y era un cuento de hadas hecho realidad. Aquí no me quejo, esa es mi fantasía personal, claro, sin contar todas las otras oscuras que tengo pero que no mencionaré por aquí con tal de mantener una imagen decente. Este… ¿tengo una?

5.- Todo cantante ochentero tiene cuando menos una balada romántica o lo que es lo mismo, hasta el más rudo tiene su corazoncito. Mientras que en la actualidad no podemos imaginarnos a Marilyn Manson ni a Rammstein interpretando una canción de amor, en esa época incluso el cantante de rock más malote había grabado una balada romántica de esas que sirven para abrazar a tu novia y de la manera más tierna posible proponerle… bueno, no creo que matrimonio

6.- Las prostitutas pueden ser enamoradas. Sí señoras y señores, en esa época podías ser millonario y enamorar a la prostituta de tus sueños y ella te haría caso sin pedir nada a cambio más que amor. Eso sí, sólo y recalco SÓLO si tienes buen corazón. En la actualidad me gustaría ver a un tipo intentarlo solo para ser testigo de cómo la interesada prostituta se queda con el carro último modelo, la mansión y tres cuartas partes de las cosas, sirvienta y hámster incluido.

7.- Los nerds no pueden tener sexo.
Gracias a Dios (de nada) los tiempos han cambiado y ahora los nerds consiguen dinero y tienen las casas mejores equipadas que conozco. Ya con eso las chavas llegan solas… eso si no te topas con el caso mencionado en el punto seis y volvemos a empezar.

8.- Ser un hacker es cool.
Cuando en la actualidad un niño de doce años puede hackear tu cuenta de Hotmail y el Ingeniero promedio del Tecnológico de Mérida (un gran logro) es capaz de reparar tu computadora, es difícil creer que existió una época en donde podías tener sexo con Angelinita Jolie con sólo saber lo que era un puerto PCI.

9.- Tocar guitarra eléctrica = sexo.
Eso era cool. Toda fémina que se preciara de serlo (y uno que otro poseedor de testosterona con tendencias esquivas… ok, gay) caía totalmente rendida a tus pies con tan solo interpretar una canción utilizando una guitarra eléctrica. Si la susodicha (o el aspirante a susodicha) en cuestión se hacía a la difícil, (cosa rara cuando eras multimilonario, tenías buenos sentimientos, creías en el amor a primera vista y tocabas una guitarra eléctrica, digo, cómo resistirse a ello) entonces tenías que usar todas tus armas. Adicionalmente al instrumento musical sólo hacía falta drogarte, malvestirte y vivir noches desenfrenadas llenas de alcohol. Ahora será un camino directo a la perdición pero antes era el camino al cielo.

¿Se han fijado que a diferencia de nuestros tiempos lo que tenías que hacer para ligar no era invertir tiempo y dinero en ella sino en ti? Cool.

10.- Los chicos buenos siempre se quedan con la protagonista.
Únicamente es necesario verla hacer toda clase de perversiones con el chico malo para que al final ella se dé cuenta que, total, está mejor el nerd millonario con buenos sentimientos y rebosante de inocencia y que, lo mejor de todo, puede reparar él mismo la computadora de la casa…Qué despliegue de masculinidad….. Esperen, creo que el interés sí existía desde esa época, sólo un poco más disfrazado. Ahhh, mis sueños idealistas de los ochentas han sido destrozados. En fin, prosigamos.

11.- Mientras más esponjado se encuentre tu cabello mejor.
El protagonista sólo tenía que dejar de peinarse por una semana para conseguir el look deseado y atraer a las últimas mujeres que osaron resistirse a su guitara eléctrica.

12.- Aprendí que es posible viajar en el tiempo con un DeLorean.
Ja, ya quisiera ver a un Volcho hacer eso. Y encima lo lograba a la gran supervelocidad de 142 km/h. La típica carrera clandestina de autos de ahora rebasa esa velocidad y lo único que se transporta al pasado es mi posesión del dinero que aposté al que perdió, buaaaaaaaaa.

13.- Todo gay es diseñador de modas.
Y no solo eso, siempre ayudará a los protagonistas a escapar, de lo que sea pero a escapar al fin y al cabo. Y él siempre estará feliz simplemente por ser gay. Esta regla tiene algunas variantes aunque todas relacionadas entre sí. Podría no ser un diseñador de modas pero sí un peluquero, maquillista e incluso un gay de tiempo completo. Sí, en esa época uno podría ser simplemente gay y con eso bastaba para tener dinero.

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