miércoles, 31 de marzo de 2010

Quitar Etiquetas de las Cujas

Siempre he visto que muchas películas y juegos traen calcomanías y precios pegados, especialmente las nuevas películas con caja externa de cartón y es odioso porque la portada no luce.
Para removerlas sólo basta un poco de aceite de bebé (cuando ves todo lo que remueve y cómo deja el papel negro te preguntas: ¿pues de que se ensucian los bebés? ) y papel sanitario:


Sí, ya se lo que imaginan pero mejor los ignoraré :)
Este truco también sirve para restaurar el brillo a las cujas sucias y antiguas de DVDs porque retira toda la tierra y deja brilloso el plástico y la textura se siente como nueva.

En primer lugar moja con el aceite de bebé el papel sanitarioo. Usa del suavecito para no rayar el plástico. En caso de no saber si el papel está lo suficientemente suave te sugiero probarlo :)

A continuación frota la etiqueta con movimientos circulares hasta que puedas ver a través de ella si es posible. No importa si literalmente bañas la caja con aceite, nada más no empieces a untartela :)

A continuación usa tus uñas para remover con cuidado las puntas, si lo haces adecuadamente puees quitar la etuiqueta completa. Si sientes que se empieza a rasgar detente y usa mas aceite para aflojar... la etiqueta. (esta plática realmente está subliminal). En caso de romperse no te preocupes, solo remuevela.

Ahora te debe haber quedado todo el pegamento de la etiqueta. Unta más aceite con movimientos circulares y la mayor parte desaparecerá en unos instantes. Abrá una parte que parecerá que no se quitará nunca, casi como manifestante del D.F. Bañala con aceite y deja reposar unos minutos.
Finalmente frota otra vez y verás como desaparece. Finalmente frota ligeramente toda la caja y REMUEVE con un pedazo de papel limpio el exceso de aceite.










jueves, 11 de marzo de 2010

Es divertido ser abogado

Una de las cosas que más adoro de esta hermosa profesión (no, no es error, haciendo gala de cinismo se me antojo poner "hermosa") es que se encuentra completamente aparte de las demás. En el desempeño de las demás carreras cumples con tu horario, con el trabajo que la empresa te encarga y los proyectos que hay que sacar adelante.

En la abogacía es diferente. Cada caso es como una película, una aventura nueva. Cada persona que llega tiene una historia qué contar y de la cual vamos a formar parte. Somos uno de los protagonistas junto con el cliente y vemos la trama desenvolverse. Cuando el final llega sabemos que fue una gran aventura que fuimos haciendo avanzar, saboreándola como las páginas de un libro, ansiando ver el desenlace pero acariciando cada momento.

En ocasiones es una aventura de amor o desamor, a veces una comedia romántica. Otras es una batalla épica en contra de todas las probabilidades. Mientras las historia se desarrolla existen lágrimas, esperanza, confianza, lucha, entrega.

Cada caso es una película, una aventura...

martes, 23 de febrero de 2010

No Al Redondeo

Si, alguna vez estudié Derecho Fiscal. Efectivamente, exenté esa materia. ¿Me acuerdo de algo? Hasta la pregunta es ofensiva: POR SUPUESTO QUE NO.

Bueno, sí de algo pequeño, insignificante: la deducción de impuestos. He de recalcar que si esta parte se quedó en mí poco o nada tiene que ver con buscar maneras de evadir su pago. Los que sí saben cómo hacerlo efectivamente son las tiendas, franquicias, televisoras y comercios que se dedican a promover el redondeo.

No, no nos equivoquemos, nadie regala nada en este mundo. Ni siquiera el Doctor Simi con esa pancita caguamera tan divina y su sonrisa tan encantadora que te invita a soltarle un golpe. No señores, todos están dedicados al negocio de hacer dinero, ¿por qué regalarlo?

Cada persona que dona dinero tiene derecho a un comprobante fiscal. ¿Por qué? Porque esto se deduce de los impuestos que debemos pagar. Es decir, si yo tengo que pagar 10 pesos de impuesto pero doné 9 pesos, ahora a Hacienda sólo le pagaré 1 peso y esto se logra presentando comprobantes fiscales.

Ahora bien, las notas de compra de todas estas tiendas claramente dicen "Este no es un comprobante fiscal". Entonces ¿quién deduce estos impuestos? Pues el comercio/tienda/televisora al que le redondeamos.

Ellos llegan ante Hacienda y se apropian de lo que tu donaste. Llegan y dicen "Oye Haciendo YO (Y no los clientes) doné tanto dinero. ¿Me puedes descontar mis impuestos? Si la cantidad es suficiente entonces hasta Hacienda les devuelve dinero.

Pero a tí sí te descuentan tus impuestos completitos de tu nómina y ellos reciben exenciones de impuestos por algo que nunca hicieron. La manera perfecta de hacer dinero de tu buen corazón: les descuentan dinero de algo que jamás invirtieron. No donaron nada, no regalaron nada, lo que tu regalaste de corazón lo hicieron pasar como suyo y hasta salieron ganando dinero con ello.

¿Poco Silencio En Nuestras Vidas?

La música es portatil, Dios bendiga a Steve Jobs y al inventor del Walkman original. Gracias a ellos he logrado superar mis múltiples visitas al supermercado sin salir cantando las canciones de promociones de toallitas con aloe vera y felicitando a "Mamá Lucha" por derrotar a los precios altos.

Ni qué decir de los momentos en que podemos ignorar a todos en la oficina sin importar si no nos enteramos del motivo de la ausencia de alguien que acaba de resultar embarazada, enferma, atorada en el tráfico o... Dios, no lo quiera: sindicalizada.

En épocas pasadas si querías música portatil te echabas al hombro tu radiograbadora. Si, de casi 60 centímetros de largo y quien sabe cuántos kilos de peso, pilas incluidas. Si lo acompañabas con unos lentes negros, gorrita al revés y una actitud de chico cool podías conquistar.... ok, no creo que a nadie pero intnetaba buscar algo bueno de todo ésto.

Después existieron los Walkman inventados por Sony. Ya no era necesario que todos se preguntaran porqué tenía un brazo más grande que el otro (por cargar la radiograbadora). Con el surgimiento del Ipod se retomó está tendencia, misma que tomó auge cuando la gran mayoría de los celulares empezaron a incorporar la función de reproductor de archivos Mp3.

Sin embargo a los usuarios de estos celulares se les olvidó que su flamante cajita incluía unos... bueno... ¿cómo se llaman? Ah sí, audífonos. Gracias a este olvido es posible escuchar una maravillosa mezcla de música. Digo, ¿cuándo más íbamos a escuchar un dueto entre José José y Rammstein?

Mi duda es ésta. Al ver a todos inmersos en su música aun en las actividades más simples como ir a la tiendita de la esquina (nótese como evito escribir Oxxo) es que me pregunto: ¿tanto odiamos que el silencio rodee nuestras vidas? ¿Escuchan música para no pensar y conocerse a sí mismos? Es por demás obvio que la mejor manera de conocernos es debatiendo y conversando con nosotros mismos, cen silencio, claro, o de lo contrario pareceremos... olvídenlo, no pareceremos nada: los que escuchan música a veces también olvidan que la música se encuentra en su cabeza y entonan a todo pulmón... pero esa... es otra historia.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Por Fin Entiendo

Creo que por fin me entendí después de tantos años. Este es un momento importante en la vida de todo hombre. Por siglos se ha escrito sobre aventureros que se embarcan en jornadas interminables para encontrarse a sí mismos y vuelven para luchar contra sus enemigos (o lo que se le parezca, podría incluso ser una hamburguesa gigante, digo, si ese es su enemigo pues muy su problema ¿no?)

La cuestión aquí es que siempre se habla de ello pero nunca se descubren a sí mismos, sólo se les acaba el tiempo de la película y tienen que volver para darle un final decente, a menos nque sea una trilogía. Yo me encuentro ahora en terreno desconocido, ¿ahora que me he comprendido qué? ¿Celebro? ¿Doy una gran cena y lo anuncio? ¿Hablo al periódico?

Hace unos minutos hablaba con una celebre ex-novia, de las que más me han hecho feliz en la vida. Y es que es casi imposible encontrar a una mujer con la cual se pueda jugar videojuegos en pareja. Cuando digo en pareja me refiero a enfrentarse en una contienda interminable llena de abucheos, distracciones, apuestas, retos, frases de victoria, burlas y empujones. Y todo eso fuera de la pantalla.

Le contaba que estaba de excursión buscando un juego que no había llegado. Cuando me preguntó cuál, le dije que uno de rol, de esos que no le gustan. "Me imaginé, siempre has sido raro". Y es en ese momento en que se hizo la luz y música de autodescubrimiento se escuchó en el fondo. Después descubrí que era una camioneta con luces altas y música a todo volumen pero bueno.

Por fin me dí cuenta que he sido raro. Que quizá por eso me dediqué a la abogacía y al karate. Todas las cosas que supuestamente no soy. De niño siempre tuve buenas calificaciones, excelentes diría mi madre. Con los años me volví cínico y práctico: supe todo lo que era necesario saber, aun ahora entiendo las cosas demasiado rápido pero... sólo estudiaba para exentar los exámenes finales, nada más. No, no es que no aspirara a la excelencia, es sólo que le daba más importancia a otras cosas. Me bastaba con cumplir.

En algún momento aspiré a ser algo que no era, aspiré a ser confiado de mi mismo, invencible, fuerte, decidido. Por eso empecé a estudiar Karate Do. Simbolizaba mucho de lo que quería y ciertamente me ayudó en demasía. Esa actidud de "me he enfrentado a cosas peores" siempre ha ayudado. El competir frente a cientos de personas, todas con su mirada enfocada en tí es aterradora al principio pero empiezas a amar estar en escena, ser el protagonista de todo o, cuando menos, te acostumbras.

Después llegué a la Facultad de Derecho. Nadie creía que fuera a ser abogado, era como arrojar un gatito en medio de los leones. Mi carácter siempre fue compasivo.

Ahora, años después, es que entiendo. Siempre he sido lo que no soy y me he convertido en ello. Ya es parte de mí pero eso explica porqué, aunque amo ambas cosas, siempre me he sentido cansado después de estar en un juzgado, a veces la presión me agobia a morir aunque lo adore. En los torneos era igual. Cual plastilina me dí forma en lo que soñé.

Se que no nací para ser otra cosa pero sé también que no soy lo que debía ser. ¿Tiene sentido?

lunes, 8 de febrero de 2010

¿Google te conoce?

Hay tres cosas grandes en la vida según cuenta la leyenda. La primera es tener un hijo o en su defecto haber cuidado un Pokemon. La segunda es terminar una carrera, incluso si es la carrera que emprendiste hacia el baño en un momento de urgencia, lo importante es terminarla.

Y bueno, la tercera es cuando google sabe que existes y corrige a los demás sobre tu nombre. Sí, un paso menos en mi plan de conquistar al mundo.

Mi Primera Oficina

Tengo un recuerdo un tanto agridulce con respecto a mi primera, pequeña oficina. A veces adoro recordarla, a veces lo odio pero siempre me trae melancolía y añoranza. Claro que aprendí muchas cosas con ella, más bien personales. Recuerdo bien la ilusión de poner la oficina. Mi oficina. Tener el lugar que siempre soñé. Durante años, en la Facultad de Derecho siempre soñaba con grandes juicios y un lugar al qué llegar después de ellos, reclinarme en el sillón… en mi escritorio y saborear el momento… degustar ese sutil sabor de luchar y conseguir lo que quieres y con lo que sueñas.

Pero bueno, cuando uno está enamorado es obvio que no ve bien a futuro. Tuve el gran tino de establecer esa oficina en una propiedad de la madre de mi prometida, igualmente abogada. Sí, risas y emails burlones son bienvenidos, incluso amenazas de confiscarme mi cargamento de café por cometer semejante burrada son aceptadas. Pero bueno, prosigamos. Recuerdo bien las reuniones que sosteníamos planeando el lugar y modo de trabajar en nuestra improvisada mesa y sala de juntas (que más bien era un comedor y una sala de…algo). Nos reuníamos yo (el burro por delante, en este caso aplicando perfectamente), mi entonces prometida y su mejor amigo. ¿Qué decirles de él? Un grandioso abogado con talento para el derecho notarial y expresar formalidad. Ella, con un don de gente inmenso, con inocencia y malicia mezclada y yo, el nerd y asesor del grupo.

Recuerdo mi sugerencia para el nombre del despacho. Apellidándonos Irra, Loeza y Padilla, sugerí usar las primeras dos letras de cada uno y conseguir a otro abogado, un Albornoz, y así poder llamarnos Despacho Jurídico “Ir Al Palo”. Obvio que casi fui apedreado por semejante albur pero bueno, esos eran los días. Recuerdo que de los tres mi prometida fue la que invirtió más que todos aunque en sueños e ilusiones creo que nadie ofreció más que yo.

Un momento memorable fue nuestra entrada oficial como abogados a ese lugar. Como cualquiera sabe, un búho marca el territorio de cualquier abogado. Ella trajo varios búhos de distintos tamaños. Yo sólo traje mi primer buhito, uno chiquito que mi hermanito me regaló cuando terminé mi bachillerato en sociales y entré a la Facultad. Lo compró con bastante sacrificio aún y si el precio era ínfimo por lo que le guardo gran valor. De repente entra el último abogado, haciendo gala de prepotencia y marcando su territorio con tremendo guajolote. Lo juro, nunca había visto un búho del tamaño de un pavo listo para ser cocinado en la víspera de noche buena.

Supongo que el destino siempre depara muchas sorpresas no previstas. Durante varios meses estuvimos dándonos a conocer y tomando los casos que llegaran, a veces lidiando con la gente y a veces ellos lidiando con nosotros. Sin embargo todo parecía indicar que la relación entre mi prometida y yo llegaba a su fin y quizá, el despacho con ella.

Ella cada vez se alejaba más de la oficina, quizá en parte para no verme, quizá para poner en orden sus ideas. Pasaban días enteros en los que ella no se aparecía y la espera en las mañanas parecía eterna, al grado de dejarme con esa sensación durante un par de años cada vez que tenía que sentarme y esperar en una oficina.

Por las tardes era lo mismo. Ni el otro abogado ni yo sabíamos en donde estaba. Es más, ni Dios lo sabía (Sí, así de buenos somos los abogados). El destino una vez más probó la ironía de la que con frecuencia hace gala. Ella se enfermó y estuvo algo delicada y así, con todavía menor frecuencia acudió a la oficina. Justo al aliviarse se fue de vacaciones a un par de excursiones que ya tenía programadas desde varios meses atrás. Sí, dos seguidas con un día de diferencia en total, ausentándose un mes completo. Durante ese mes yo me hice cargo en las mañanas y el otro abogado en las tardes. Por supuesto que ya no era lo mismo y supongo que, de alguna manera, incluso los clientes notaban nuestro ánimo y el ambiente en la oficina.

Al terminar nuestra relación también murió nuestra oficinita. Mirando hacia atrás me doy cuenta que no sólo fue el hecho de perder una relación de seis años, sino que cambió el resto de mi vida para siempre. Había perdido el mismo día y al mismo tiempo, en un solo instante, a mi prometida, mi oficina y con ellos mis sueños, mis ilusiones y todo por lo que luché toda mi carrera, habiendo sido ella mi compañera desde esos tiempos. Me encontré una vez más a mis diecisiete años, cuando entré a la Facultad de Derecho y sin conocer mi futuro, sin tener nada fijado, sólo que esta vez sin ilusiones, derrotado.

Salí de allá, recogiendo mis libros, mis expedientes y dejando todo lo demás. Aún recuerdo derramar una lágrima al sacar a mi buhito de ese lugar. Por más tonto que suene, ese momento fue en el que me di cuenta que todo había terminado.

Han pasado ya muchos ayeres desde esa época y los tres hemos cambiado y crecido de alguna manera. Ella es una hermosa mamá, el es un abogado notarial y yo…. Bueno, yo soy yo, tratando incansablemente, cada noche, de conquistar el mundo… femenino.

Sin embargo, cuando recuerdo esos momentos de ilusiones e inocencia, de esperanza del mañana, a veces pienso algo que no me atrevo a decirme en mi propio idioma, como si quisera no admitirmelo: “Ima sugu ni maki modoshitai ano hi ni”: Justo ahora quisiera regresar a ese día…